8 de agosto de 2010

Tú.


Llegaste a mi vida y la cambiaste completamente, me enseñas todos los días a amar sin límites. A cocinar y a sacar la carne para que podamos comerla mañana. Todos los días descubres una parte nueva de mi cuerpo, una sensación nueva recorre todo mi cuerpo. A veces quisiera secuestrarte para siempre, no dejarte ir nunca, sentir tu respiración cuando duermes y que me despiertes con un beso. ¿Sabes cuánto te extraño cuando te vas? Siento que me duele todo, que quiero de pronto para no sentir eso que de pronto de tan lleno se convierte en tan vacío. Comer viendo una lista de las mejores veinte baladas de los ochentas. Inventar preguntas para subir la pirámide más alta de México y ver como los niños juegan en la fuente. Caminar por el super y que me tengas toda esa paciencia necesaria cuando quiero comer chamoy y no puedo. Jugar maratón y que te gane y que me digas que no sirve de nada el español pero que yo si sepa algo de los marinos de Seattle y que al final me beses y me digas que me amas tanto (aunque me gusta creer que en mi mente yo te amo más). Y esperar a que pasen las horas y volverte a ver y mientras imaginar tu olor y pensar que debo extrañarte un poquitito menos porque te veré pronto y no como en verano.
¿Te acuerdas cuánto lloré en la terminal? ¿Cuánto miedo tenía? Recuerdo perfecto tu mirada, como me aseguraste que no pasaría nada y como mi corazón estuvo tranquilo. Efectivamente vivimos ahora una nueva etapa, una en la que nuestro amor sigue creciendo y ahora lo siento más maduro. Una en donde sonreírnos nos comprueba que estamos para disfrutar cada segundo y aprender de éste. Hoy, ayer y siempre me va a quedar claro algo: quiero pasar toda mi vida contigo.

No hay comentarios: