17 de agosto de 2009

Mis fines de semana.


En Cholula otras historias se cuentan, esas en las que las personas a veces sienten luciérnagas en los ojos o corren por la calle a oscuras con todas las ideas del mundo. Yo. Mis amigas. Todos al fin.

Resulta que necesitábamos ir a comprar libros, inicio de semestre, nuevas clases, nuevas personas: nuevos libros. Recorrimos Puebla en un día, nos reímos, nos reímos y también comimos. Compré tinta y no compré ideas ajenas, el señor de la librería me debe un mail con una cotización.

En la noche gozamos de la vida que se nos dió hace 18, 19 y 20 años. Tomamos tequila, sonreímos, bailamos y fuimos víctimas de las luces y la música. Mi viejo amor se apareció en escena saludándome. Amigos, risas, nuevamente ese calor que te hace sentir miembro de una sociedad inexistente. Quiero ser alguien que disfrute la noche, lo pensé. Y lo logré. Volvimos a correr, logré entablar conversación con un futuro romance y me encontré a alguien que quiero, me quiere pero no para lo mismo que yo lo quiero, amistades largas (de parte mía) y malintencionadas (de parte de él).

Logramos romances, amistades nuevas, comernos la calle, encontrar un paraguas sin forro. Las diéresis un día se perdieron y con ellas los pinguinos y las gueritas. Fuimos víctimas de esas canciones de graduación gringas, de las manos entrelazadas de dos que se conocieron y de esos dos hombres que con toda la galanería nos ofrecían llevarnos a casa. Un ataque de celos interrumpió el curso de la historia y mis palabras educadas: disculpa, eres mi amigo, te quiero. Salieron a presumirse.

La noche se nos acabó a las 6 de la mañana.

Domingo de alberca, de llevar las películas a su casa, de pensar en futuros proyectos y en la realidad de la mujer, ésta que soy, ésta que siente. Nadé, sí, sintiéndome sirena muchas veces. Vi a bailarines en el agua. Organizamos un programa de radio (del que luego hablaré), le confesé a una de mis mejores amigas que la extraño (pero que somos igual de secas las dos). Pensamos en mar, en tráfico, en todas las enseñanzas de la vida resumidas en un instante. Hola, él me confesó cuantas veces ha estado enamorado. Cenamos, fuimos vegetarianos por un instante, hablamos y también pensamos que es esto... el momentito.

Y la noche se acaba, con estrellas pegadas en el cielo (nuestro nuevo cielo).

1 comentario:

VΔle del Castillo dijo...

Me suena familiar. Te quiero.