9 de agosto de 2009

A veces hay ballenas en mi refrigerador.


Que lindo sería encontrarte a una ballena bebé en el cajón de de las frutas y verduras ¿No?

El caso es que volví a mi vida en Cholula, con bicicletas en la calle (esperando ya la mía con ansias), amigas y amigos con conversaciones diferentes, interesantes, simples. Risas, melodías y ese latido acelerado de mi corazón queriendo descubrir cada instante, como si fuera una fotografía a punto de revelarse. Una cama que ve a una ventana, ideas que descansan en cada uno de los rincones de mi cuarto. Eventualmente las sonrisas surgen, las lágrimas y los recuerdos. Un olvido se hace presente cuando lo ves en el mismo lugar al que no debió haber ido. Y yo leo, leo y leo como si el tiempo me correteara (que realmente lo hace) y no quiero detenerme por el miedo a caer. Bugambilia, tu sangre es sagrada, tu color está en mis labios mientras tu bailas con el viento. Lluvia de cada noche, permíteme mañana ser sirena.

Y entonces fue así como me di cuenta de que realmente hay ballenas ahí adentro.
Aquí todo sucede ¿no?

Magic small town with big dreams. Can you handle that?

No hay comentarios: