4 de marzo de 2010

My New York nothing.


Todo olía a yogurth. Todo. Quiero tener el bronceado perfecto, decía el anuncio de la televisión que tenía una raya a la mitad. Yo quiero tener un cuarto en Chelsea Hotel, pensé. Quiero quiero quiero escuchar a Leonard Cohen en vivo. ¿Sabes? Hubo una época de lluvia, torrencial por cierto y yo lo escuchaba como si él tuviera todas las respuestas, lo escuchaba inclusive leyendo a Don Quijote. Nos refugiamos en esos pensamientos tan ajenos para salir de esa visceralidad del sentimiento desgarrador. Uno se da la oportunidad de hacer un drama, ayer inundé mi cuarto para otra vez sentirme sirena, para sentirme María Antonieta, para no extrañar tanto y sentirme acompañada por el agua.
Hoy llegó ella con el cabello mojado, traía un yogurth, casi vomito. El olor primero, el olor que te hace recordar una atmósfera que ahora yace seca. No quiero yo hacer un drama, ella sí quiere. Yo no, yo tengo mis razones para no hacerlo.
Lo amo, lo extraño, lo necesito. Hay un verse hacia adentro, un sentir esas ganas de hacer algo por una. Los sentimientos no cambian sólo quieren gritar, están reprimidos. El cuarto huele a yogurth porque... en realidad... qué mas puedo decir, lo dejé aquí destapado, no en un bote de basura. Y todo se convierte a veces en un quedarse dormida y soñar que besas a Proust, a un libro con una imagen de él, con la típica ya sabes... Por que nadie le tomó una foto en un ataque de asma. No, no es morboso, solamente es real.
Nos dejamos afectar tanto por esa imagen de perfección que tienen las fotografías que nos olvidamos que los corazones laten, que el café está caliente y quema la lengua, que los pastelitos se ven muy dulces pero nada como esa sensación en tu paladar. Veo una foto nuestra y no refleja ni un porcentaje de los sentimientos que vibran cuando sabes que ahora tienen un lenguaje. Hoy me pinto los labios de rosa, ando en mi bici sintiendo el aire, la libertad un algo que no sé que es ahora. Pero a pesar de todo eso, sigo extrañándolo y recurro a canciones que me recuerdan mi formación. Como si hubiera una escuela en la que aprendes todo... incluyendo sentir.

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