2 de noviembre de 2009

Franny Glass.


Aunque no había nada notablemente extraño en su modo de andar mientras cruzaba el vestíbulo- Ni se demoraba, ni se apresuraba-, se iba transformando curiosamene a medida que avanzaba. Producía la viva impresión de rejuvenecr a cada paso que daba. Es posible que los vestíbulos largos, más los efectos secundarios de las lágrimas, más el timbre de un teléfono, más el olor a pintura fresca, más los periódicos en el suelo; es posible que la suma de todos estos factores fuese para ella igual a un cochecito de muñecas. En cualquier caso, para cuand llegó a la puerta del dormitorio de sus padres, su elegante bata de seda, -el emblema quizá, de todo lo chic y fatale en la alcoba- parecía haberse convertido en una bata de lana de niña

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