5 de julio de 2009

Las horas.


La causa de todos los males son ellas. Tan calladas y tan asesinas. Son adjetivo y a veces sustantivo.
En ocasiones solamente son verbo.

Y ellas detienen el momento en el que todo avanza rápidamente. Son tan pocas las horas y tantos los libros que quiero gritar. No dormir. No hacer nada. Sólo leer y crear ese universo, en el que todo se cuenta y aprende.

Universo: también eres infinito como las horas mansas.
Existe una incertidumbre que se ha instalado en mi cuerpo. Esa sensación de nunca acabar algo que he comenzado. Tengo ansias y pocos días ya para terminar todas esas realidades que se esconden entre los espacios de la tipografía.

Mientes
Como si reír fuera una persuasión del género.
O si llorar fuera simplemente una estación de radio.

Al final todos terminamos empapados, de las notas, de los golpes, de establecer que la organización ideal implica leer y además hacerte amiga de las horas.

(Todo esto porque tengo muchos MUCHOS libros que leer aún y sigo comprando) Eso se llama tenerle miedo al tiempo y necesidad de escapar del hastío.

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